El exceso de empatía


 He notado que una de las cuestiones que a algunas de las personas altamente sensibles nos dificultan (o impiden) balancear el exceso de empatía es el temor a caer en la insensibilidad.

¿Qué es la empatía?
La empatía emocional es la capacidad de vibrar con los sentimientos de otras personas y de comprender, de esa manera, lo que ellas sienten. Es sentir lo que sienten los demás. En una relación, la empatía suele favorecer la comunicación ya que establece un canal propicio de conexión y sintonía.
Algunas personas tienen una tendencia natural a empatizar, mientras que otras casi nunca lo hacen, ya sea porque no tienen el hábito de ponerse en el lugar del otro o porque no registran mucho a los demás. Cabe señalar que las/los empáticas/os tampoco estamos constantemente en sintonía emocional con otros. Nos sensibilizan más algunas personas y circunstancias y no somos tan permeables a otras.

El exceso de empatía no es beneficioso
Si bien la empatía facilita las relaciones, cuando es excesiva suele llevar al desgaste emocional y al desbalance del empático/a. Podríamos decir que es excesiva cuando sentimos en demasía los estados de ánimo y las preocupaciones de los seres que nos rodean, nos hacemos cargo de lo que les ocurre de manera sostenida en el tiempo y dejamos por eso de lado nuestras propias necesidades y nuestra propia vida.
También podemos ser excesivamente empáticos cuando sentimos como propias las alegrías o felicidades ajenas, aunque eso generalmente no nos desbalancea tanto.

Más allá de que en algunas circunstancias puntuales y extremas tener a alguien muy empático al lado puede ser de gran ayuda, a la larga, el exceso de empatía no es beneficioso para ninguna de las dos partes.
El empático/a, como hemos dicho, se desgasta y se descuida y muchas veces queda, además, algo resentido/a (consciente o inconscientemente) porque deja de lado su propia vida o sus necesidades.
Esto no beneficia tampoco a la otra parte porque, a su propio malestar se le suma el de la persona que está a su lado, lo que puede hacerlo sentir mal o culpable por el pesar que está ocasionando.

¿Por qué nos cuesta moderar la empatía?

Por todo lo dicho, considero que las personas demasiado empáticas necesitan aprender a regular su empatía. A lo largo de mi trabajo con estas personas (y de mi propia autoobservación), he notado que no es fácil regular este rasgo, por varios motivos.
En primer lugar, porque es una reacción refleja que no depende de nuestra voluntad. Al igual que otras reacciones, como el miedo o el enojo, surge de manera automática.
En segundo lugar, porque las personas empáticas estamos muy identificadas con este rasgo, pensamos que somos así y que no podemos moderarlo.
Lo cierto es que las reacciones y las características de temperamento pueden ser modificados. Esto implica la decisión de cambiar las ideas, las actitudes y los hábitos de respuestas que sean necesarios. (Existen diferentes técnicas y métodos para lograrlo).

Otra de las razones por las que nos cuesta restringir nuestra permeabilidad emocional es porque algunos/as de nosotros/as, en el fondo, tememos este cambio. Vinculamos la empatía con la proximidad afectiva y establecemos una ecuación falsa: a mayor empatía mayor afecto y esto no es necesariamente así.
El temor a perder la cercanía o bien el temor a que el otro sienta que nos distanciamos o que lo abandonamos, pueden frenar nuestro impulso hacia el cambio.

En síntesis, cuando comenzamos a cambiar, muchas veces nos frenamos por el temor a devenir insensibles o desconsiderados. Si estamos acostumbramos a las altas temperaturas empáticas, podemos sentir un poco de frío cuando aquella
desciende algunos grados. Mi sugerencia es: regular el termostato.
Lic. Eugenia Lerner


Comentarios

Entradas populares